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De vuelta a clases

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Después de un largo verano, era momento de volver a clases.Estaba emocionada y nerviosa a la vez ya que volvería a ver a a mis compañeros de clase. Empezaba un nuevo curso en un centro donde destacaba el buen rollo entre alumnos y profesores.

Yo tenia muy buena relación con mi profesor de Matemáticas Matias, un hombre de unos cuarenta y pico de años, que se conservaba muy bien y a mi me causaba cierto morbo.

Ese día por la mañana, decidí ponerme mis mejores galas, una falda vaquera, una camiseta blanca de tirantes muy ajustada y unos botines marrones. Cuando llegué a clase, saludé a mis compañeros, y a mi profesor, que estaba sacando los apuntes.

Me dio dos besos y me miro de arriba a abajo, alagándome con piropos de lo guapa que estaba.No dejó de mirarme y sonreírme en toda la hora. Me sacó a la pizarra a resolver un problema, pero no se me daba bastante bien, así que Matias me mandó quedarme en la hora del recreo para solucionarlo entre los dos. Me hice la molesta, pero obviamente estaba deseando quedarme a solas con él.

Cuando sonó la campana, todos mis compañeros salieron, mientras yo me quede sentada en mi pupitre,fingiendo mi gran enfado.
Matias se acercó a mi, sentándose a mi lado. Note como sus ojos se clavaban en mis pechos, y no me molesto. Le cogí la mano y se la puse debajo de la camiseta. El empezó a respirar muy fuerte, vi su erección como se hacia notar por sus pantalones y eso me puso a cien.

Le pregunte si le gustaba lo que tocaba, a lo que él solo pudo asentir con la cabeza mientras no me quitaba ojo. Me levanté y me fui a la pizarra, y le pregunté si me ayudaría a resolver el problema. Matias,  sorprendido, se acercó a mi y bruscamente me giró contra ella. Puso mis manos en la pizarra y comenzó a rozarse contra mi culo, me levanto un poco la falda y
se bajó la cremallera del pantalón. Pude notar como se masturbaba agitadamente.

Cuando terminó de correrse, se fue al baño, dejándome allí sola. Al volver todos mis compañeros a la clase, y el profesor Matias más tranquilo, me mandó, como si no hubiese pasado nada, a limpiar la pizarra, pues mis manos habían quedado allí marcadas.

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